9/11/2013

Crónica tarde '7 de Setembre' 2013: La 'Goyesca' de Puçol
















Información y fotos: Patricia Rodríguez


Por favor, que alguien me recuerde el año que viene, a mediados de verano, que invite a Zabala de la Serna al ‘7 de Setembre’. Le mandaría un ‘tuit’ más o menos así: “@zabaladelaserna Queda invitado el próximo 7 de septiembre “a la puñetera calle de los #bousalcarrer” de Puçol”. ¡Perfecto y aún me sobran 29 caracteres! Ahí, a esa calle, es donde manda el periodista de ‘El Mundo’ a los toros que, según él, no son dignos para una plaza (Ver crónica). Construcciones que a algunos les impiden ver más allá de los ladrillos que las levantan.

La piedra arenisca de la plaza de toros de Ronda encerraba el sábado el sueño que hace 57 años forjó la familia Ordoñez. Dicen que la ‘Goyesca’ es el acontecimiento taurino más importante de principios de septiembre. Ajenos a que, a 700 kilómetros de la localidad malagueña, otro pueblo también materializa el suyo heredado de padres a hijos, de abuelos a nietos, con el toro como eje central. Y no precisamente deshechos de tienta. Así que vaya por delante mi invitación para la edición de 2014 para todos los que comulgan con la creencia de que las sobras de las ganaderías se van al asfalto. Al del ‘7 de Setembre’ no.

A la misma hora que los cajones hacían el paseíllo hacia la plaza del ayuntamiento, en la tradicional ‘Baixà de Caixons’, Morante pisaba el coso rondeño en tarde de revivir tradiciones para anclarlas al presente. Las suertes del toreo a cuerpo limpio, las que dejó grabadas Goya en su ‘Tauromaquia’, embroncaron en Puçol 15 minutos después de la hora prevista, exactamente cuando las varillas del reloj buscaban las 18.15 horas. No hubo clarines ni timbales pero sí un castillo de fuegos que encendió por los adentros a Pedro y El Cabra, que templaron al de la ganadería El Torero que abrió plaza. Marcado con el número 83 y guarismo 8, protagonizó una emocionante salida, dejando al descubierto a los aficionados que se refugiaban entre los cajones tras dar una vuelta de reconocimiento por la zona. Respondió con nobleza sobre la arena y fue aplaudido al partir hacia las calles. A su regreso a las inmediaciones de la plaza Joan de Ribera, se pidió a los rodadores que le permitieran fumarse un puro en el ruedo y no precisamente en honor al de La Puebla, que a esas horas ya había ejecutado la suerte suprema que bordaba Pedro Romero. Fue encerrado con los cabestros tras 20 minutos de prueba.

Tarde también, la del primer sábado de septiembre, de tributo a las estirpes toreras. De balcones llenos y de familias que, sin llevar un apellido ‘de luces’ en el DNI, transmiten genéticamente el legado taurino. Bullían los tendidos cuando a las 18.45 horas a Yuno y Nelet les tocó lidiar con el único cárdeno del cartel bajo un cielo de idéntico pelaje. Se portó el tiempo, tanto como el astado de Adolfo Martín (N26-G7), serio y siguiendo los cánones de su encaste, que se entregó a los cites y marcó su terreno. Suelo hormigonado que acabó besando tras entrar a la chaqueta de ‘Sarri’, que poco después se desquitó con otro quiebro, marca de la casa, ya sobre la arena situada frente a la zona de barreras. Un hecho que no fue aislado y que vivieron en primera persona y en el mismo punto 3 de los 4 toros con otros tantos rodadores. “¡Más arena!” hubiera gritado algún abonado del ‘7’, del de Las Ventas, digo. Y hubiera tenido más razón que un santo. Un saquito de albero malagueño no hubiera venido mal en la parte derecha de cajones para evitar pitos y malas caras.

La filosofía del abuelo Antonio de mantener en lo más alto la llama de la corrida rondeña es compartida en Puçol por la Comissió del 7 de Setembre. Un grupo de aficionados que cada año renueva sus caras pero que defiende el espíritu de un festejo que no tiene más dueño que el pueblo que lo vio nacer con sus antepasados como testigos. Con los componentes de la del 2013 en primera fila de cajones, salió el del Puerto de San Lorenzo (N142-G9), inmenso, quizá con demasiados kilos, que no hizo muchos ademanes, más bien fue soso, con Pedro Jamargo y Santi, para perderse seguidamente por el recinto taurino.

Impaciente aguardó el Conde de la Maza (N47-G8) su turno como espera un torero una oportunidad. Una sensación compartida con El Pitu y Garsio ante la resistencia de uno de los seguros del toril de dar continuidad a la lidia. A las 19.35 horas del oscuro habitáculo aparecía un precioso ejemplar que devolvió la emoción perdida a los tendidos cuando obligó a saltar a Pitu al cajón para librarse de una arrancada. Su paso por el asfalto tuvo como peaje sendas caídas, mientras en Ronda llevaban en volandas al matador a tenor de los trofeos conseguidos.



Los cuatro cajones se quedaban tan vacíos en mitad del ruedo como el regio escenario de la Goyesca. El rito volverá a cumplirse otro día siete del noveno mes del año con el toro como máximo exponente del cartel. Ya quisieran una ‘corrida’ de esta calle en más de una plaza.



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