12/20/2016

Opinión Anuario Bou per la Vila 2016: #EternoVíctorBarrio


Por Patricia Rodríguez
Ilustración: Cristina Rodríguez


Pamplona perdió la sonrisa. Difícil en plenos sanfermines. Cuando la ciudad se aísla de la realidad para crear una paralela en blanco y rojo. El nudo en la garganta, la noche en vela, la mente alejada del cuerpo en las verbenas siguieron a una noticia que se produjo fuera de las fronteras de la vieja Iruña. En la víspera del cuarto encierro, de Pedraza de Yeltes, un hombre había perdido la vida en el ruedo. En el de otra plaza en otras fiestas: Teruel y las del Ángel.

Pamplona perdió la sonrisa. Y nosotros con ella. Por él. Por los suyos. Víctor Barrio había dado su vida al toro. La cara amarga, la cruz, de una fiesta vestida de luces. No había nacido el torero segoviano cuando se produjo la última cogida mortal a un matador en una plaza de toros española. Cuando "Burlero" elevó a los cielos al "Yiyo". Solo un año después de que “Paquirri” se convirtiera en mito.

Más de 30 años se cumplían de ambas tragedias esta temporada. El tiempo, sin embargo, no había curado aquellas heridas que los aficionados guardan en el corazón. El tiempo, traicionero, solo nos había ayudado a apartar de la mente que uno va a la plaza dispuesto a morir. Y muere. Dura lección que debería venir aprendida para poder tomar parte de un festejo, de plaza o de calle. Conscientes eran los tres matadores. Lo dijo el pequeño de los Cubero: “¿Y qué si un toro me parte el corazón?”.

Pero no todos están dispuestos a jugársela al todo o nada por amor al arte. Hay que ser tremendamente generoso para eso. Arte que algunos consideran en vías de extinción. Es más, trabajan por y para extinguirlo. Los mismos –aunque no es de justicia generalizar- que desde aquella maldita tarde del pasado 9 de julio no respetaron el descanso del que se había ido ni el luto de los que se quedaban.

Bajeza humana que se aprovecha de la libertad de expresión para dañar al que no piensa como ellos, que no entienden el significado de vivir en democracia. Quedan retractados con sus actos. Palabras y hechos repugnantes ante los que el sector y la afición dijo “basta”. Ante los que la familia de Barrio dio una lección de humanidad. Unión en tiempos de crespón negro que debe mantenerse por el bien de la tauromaquia.  

Decía el torero natural de Grajera que “la tauromaquia no hay que defenderla, hay que enseñarla”. Ardua tarea explicarles de qué va esto cuando no comprenden de qué va la vida. A los que oyen, pero no escuchan. A los que no quieren saber para mantener su discurso. Posible, sin embargo, al resto. A los que aún tienen todo por aprender. Imprescindible, por otro lado. Solo se ama lo que se conoce.  

Pamplona perdió la sonrisa… por ti. La tuya, siempre será eterna. #EternoVíctorBarrio



*Artículo publicado en el Anuario Bou per la Vila de la temporada 2016 de la provincia de Castellón. Más información www.bouperlavila.es




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