Informa: Patricia Rodríguez
Foto: Diario de Navarra
Dice un amigo mío que las
amistades no desaparecen. Y yo no me canso de replicarle lo contrario. Porque
las amistades, como cualquier tipo de relación, hay que cuidarlas. Los mozos
han cuidado esta mañana a los dos ‘jandillas’ caídos en los últimos metros del recorrido.
Paradójico. Pero, de no ser así, el resultado podría haber tenido tintes trágicos.
Y por estadísticas, se contaba con la tragedia en el quinto encierro de San
Fermín.
En carrera el toro es el enemigo
pero también el motivo. Una especie de amor-odio que, un día más, ha comenzado
a las 8.00 horas, tras los tres cánticos al patrón. Levítico, Fenicio,
Coquinero, Decana, Lavandera e Impedida salieron apretados por los primeros
metros de la Cuesta de Santo Domingo. Poco después, un toro de Jandilla de pelaje
castaño ha tomado la delantera, llevándose a un mozo por delante.
La manada ha vuelto a agruparse
en Mercaderes, en dos grupos de tres, para entrar en Estafeta sin tan siquiera
tocar la famosa curva. La menor afluencia de público no ha aminorado, sin embargo,
las peleas en primera línea de carrera, donde suelen intentar coger toro los
corredores habituales.
Las buenas sensaciones de los
toros de la estrella se han truncado en la entrada a la curva de Telefónica,
cuando dos han caído en la parte derecha del vallado. Dos ‘jandillas’
descolgados solo avecinaba malos presagios. La posibilidad de que se repitieran
escenas de comparecencias pasadas. Sin embargo, ha predominado la cordura. Quizá
por producirse un lunes. Quizá por la suerte de que haya alguien que apueste por nosotros.
El negro, que se ha levantado por
su cuenta, ha vuelto a caer en el mismo callejón de entrada al tropezar con un
pequeño montón de corredores. Lo han podido levantar y ha entrado a la plaza, mientras
en el primer punto, los corredores han ayudado a ponerse en pie al castaño.
Buena labor que ha evitado que se produjeran incidentes. Un minuto después de
que la manada entrara en chiqueros lo ha hecho el último toro, a los 3’04”.
Un tiempo invertido en cuidados, en hacer las cosas bien. Porque, insisto, hay que cuidar lo que tenemos si queremos mantenerlo. O, de lo contrario, solo nos quedará lamentarnos.
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