Informa: Patricia Rodríguez
Fotos: Diario de Navarra
El que es malo es malo. Nadie
cambia por más que lo deseemos. Habrá promesa y parecerá que sí, que lo está
intentando. Incluso caeremos en el error de pensar que, por fin, ha cambiado. Que
el mal bicho es una bellísima persona por arte de magia o de la ciencia. Pero de eso nada,
amigo. Los de Cebada Gago han sido fieles a su leyenda de peligrosos esta
mañana. Fieles a una casta, a la bravura. Y eso que antes de las 8.00 horas
todo eso se ponía en cuarentena. Y si…
Pero los toros de Don José y sus
herederos no engañan a nadie. Tampoco lo han pretendido desde que, tras sonar
la carcasa de rigor, les han abierto el portón. Una mirada por aquí, otra por
allá y la primera cornada en los primeros metros. Siete heridos por asta diría el parte después. El primer aviso de lo que se avecinaba en el segundo encierro
de los sanfermines.
No tardó en dejar a la manada
metros atrás el castaño de nombre “Artillero” en la Cuesta de Santo Domingo. Un
auténtico kamikaze sobre los adoquines que llegó a Estafeta utilizando sus
armas a diestro y siniestro, sin ningún miramiento. Tan solo una caída al
tropezar con uno de los mozos en carrera truncó su liderazgo y fue sobrepasado
por la torada, ya partida.
Y a partir de ahí el caos más
absoluto. El peligro que comportan seis toros bravos en su máxima expresión.
Una dosis de realidad en estado puro, aunque algunos de los que se meten en el
recorrido no sean conscientes de ello. Lo decía el corredor y periodista Chapu
Apaolaza en TVE: “La mecánica del encierro estaba acomodándose”. “De eso nada”,
se habían prometido minutos antes los cebaditas. "Se van a enterar, chavales", musitaban en corrales con acento gaditano, claro.
Un toro acompañado de los
cabestros tomó la delantera y enfiló hacia la plaza de toros. Un comportamiento
que copiaron otros dos, con los que se vieron buenas carreras en el tramo de
Telefónica a pesar de las apreturas. Eso, hasta que el castaño le dijo al negro "tira tú que yo me quedo un poco más". Mientras tanto, sus tres hermanos repartían candela
en Estafeta. Carreras al contrario, embestidas a un lado y al otro, peleas en
mitad del vial… Más que un encierro una pesadilla con toros para los que se encontraban atrapados entre fachadas. También entre el vallado, donde los derrotes iban dirigidos al tío.
Escenas de salvar vidas y de
jugársela. De pastores y de corredores/aficionados guerreados en mil batallas,
en otras mil calles. Sin prisa pero sin pausa para tirar de los rezagados en diferentes tramos hasta
la plaza más de dos minutos después de que el primer ejemplar hubiera entrado en chiqueros. A los 5’45” terminaba el ‘sálvese quien pueda’ y los de Cebada se
ganaban el respeto, a veces, perdido sin pretenderlo. Otras, olvidado. Uno es como es y no
podemos cambiarlo.
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