Por Patricia Rodríguez
Foto: EFE
Los toros te dan y te quitan. Eso dicen los que han puesto el futuro en sus manos. Esta mañana ha sido
el cronómetro de Televisión Española el que ha intentado restar méritos a los
toros de la ganadería Dolores Aguirre al sumarles 11 segundos más en carrera. Y
11 segundos en este recorrido es una vida. Sin embargo, el encierro de Pamplona
tiene mil ojos para rectificar la marca y situarla en 2’20”. De récord.
Esta no ha sido la única atribución que la
televisión pública ha hecho a los niños bonitos de la ganadera, que hoy sumaban
su 15º San Fermín. Minutos antes del inicio de la carrera a uno de los astados le
han endosado la cogida del banderillero valenciano Manolo Montoliu para dar
muestra de la peligrosidad del hierro. Y tan panchos. De nuevo las redes
sociales bullían con el error.
Más caros salen los errores cuando suena el
cohete y la vida queda atrapada en casi un kilómetro, 848’6 metros para ser
exactos. No han sido pocos los que esta mañana han vendido su alma a partir de
las 08.00 horas en un recorrido tan místico como mediático. Tan sólo ese “¡Suerte!”
consolador precede al paso de la manada, que hoy ha ido agrupada en la Cuesta
de Santo Domingo, con uno de los animales guiando al grupo y los cabestros a la
cola. A pesar de la fusión se han registrado numerosas caídas de mozos a ambos
lados.
Sin parar el ritmo la torada ha continuado por Mercaderes en busca de la curva de Estafeta, en la que uno de
los toros ha caído, quedando rezagado unos metros frente a sus hermanos a
partir de entonces. Los primeros ejemplares han afeitado el vial por la parte
izquierda y, por pelos, no lo han hecho a los que se habían quedado en
esa pared en la que suelen chocar los toros por costumbre y por inercia.
La colocación de la manada, que se ha
estirado y abierto hacía la parte central según avanzaba hacia Telefónica, ha permitido realizar preciosas carreras, de esas en las
que se tira de riñones a centímetros de la cara del toro. Para ello, los
corredores han tenido que echar mano de sus piernas para seguirles el ritmo a
los seis toros sevillanos hasta la plaza. Aunque el éxito no solo depende de uno mismo sobre los
adoquines. Los errores del resto tienen sus consecuencias y aquí, a veces, no
hay oportunidad de rectificar al día siguiente.
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