La manada a su paso por Santo Domingo.
Por Patricia Rodríguez
Foto: EFE
Nos habían metido el miedo en el cuerpo. O ya
lo teníamos dentro. En la madrugada de cada 7 de julio las mariposas compiten con
los gatos en el estómago de los que notan los adoquines en las suelas de sus
zapatillas. También de quiénes los sienten pisando no más que los azulejos del
pasillo de su casa. De esos amaneceres aún quedan siete más este año. ¡Aviso!
El 13, además, se colaba en la mente. Y la
fiesta del miedo se forjaba en los adentros mientras los de Torrestrella
aguardaban en los corrales. Ajenos o no al número de participaciones en San Fermín, lo cierto es que los toros gaditanos fueron pasto de la superstición. Y
si las cifras de la inclusión de la ganadería bailaban según el medio de
información, también bailó el número de astados por la lesión de uno de ellos
en el ‘encierrillo’. Tan solo cinco se abrieron paso tras la apertura del
portón. Eran las 8.00 horas.
Enfilaba la manada la cuesta de Santo Domingo
a su paso por la hornacina del patrón en su onomástica. Pero no por eso iban a darle
una tregua y ya en ese primer tramo se le vieron las malas artes al animal que
lideraba, tirando violentos derrotes a la derecha del vial. Del mismo modo,
pero con menos descaro, actuaba su hermano por la izquierda mientras San Fermín
iba desplegando el capotillo en jornada festiva. ¡A mandar!
Aumentó la peligrosidad pero también las posibilidades de coger toro con un encierro totalmente diferente, con dos agrupados en cabeza, uno arropado por los cabestros y otros dos cerrando la comitiva. Así llegaron a Telefónica y tomaron el callejón, en el que se registró la caída de otro de los ejemplares sin que el traspiés pasara a mayores ni impidiera cerrar la puerta de chiqueros a los 2' 25".
*PARTE DE HERIDOS DE CRUZ ROJA: 37 atenciones en el encierro, una de ellas por asta de toro en el la Cuesta de Santo Domingo
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