Por Patricia Rodríguez
Nos reímos de Mariló. La Montero, la misma
que trasplanta almas junto a órganos, comparó la masificación de los
sanfermines con la tragedia del Madrid Arena. Y nos reímos de ella. Nos
indignamos. Mucho, además. Siete días después de aquel despropósito de la
presentadora de TVE el encierro tenía tintes de tragedia cuando la entrada de
toros y corredores a la plaza quedaba restringida por un tapón al final del
callejón.
No nos sale ahora la sonrisa, ni tan siquiera
una mueca mientras estábamos viendo las imágenes de lo que iba a pasar a la
historia de los sanfermines como una carrera rápida y limpia. Y entre las caras
de angustia, el sufrimiento de los atrapados en un montón y de los mozos que se
han quedado entre Pinto y Valdemoro, en pleno callejón tras guiar como Dios
manda a los toros, nos venía a la mente que el resultado podría ser tan
catastrófico como el de aquella maldita noche de Halloween. Nos venía a la
mente Mariló Montero. Y no, ahora no nos hemos reído.
De momento: incertidumbre. Se habla de tantos
heridos como dudas surgen alrededor del suceso. Entre las primeras hipótesis se
baraja –y así se ha apreciado en repeticiones posteriores- que uno de los
portones de la plaza ha dificultado el acceso al coso al cortar el paso del río
de personas que huía de los Fuente Ymbro. ¿Por qué? El verdadero motivo aún se
desconoce o, al menos, no es oficial. Pero hay errores, acciones, que se pagan
caro. ¿Acaso se le puede poner precio a una vida?
Salían puntuales, como cada mañana, los seis
toros de los corrales de la Cuesta de Santo Domingo. La manada se había
disgregado y los corredores estaban cogiendo toro. Se complicaba la carrera en los últimos metros al
quedarse rezagado el jabonero. O eso creíamos todos. En la plaza las complicaciones
eran bien diferentes. Entrar al callejón era una trampa mortal. Decenas de
corredores, mansos, y toros que buscaban pisar la arena, nada más. Entre dudas,
los que se han visto abocados a ese callejón sin salida han tenido la habilidad
de meterse en las gateras que se construyeron, precisamente, para aliviar montones
como el de hoy.
Aquellos que creíamos que eran parte del
pasado y que esta mañana han vuelto a nuestras pantallas. Algunos hemos cerrado
los ojos ante la agónica escena. No hay más ciego que el que no quiere ver. Pero
los que ni pueden ni deben cerrar los ojos son las autoridades, Pamplona, la
Casa de la Misericordia. La solución ha sido la de desviar a la manada por el
callejón para darles acceso a la plaza por otro de los portones. A los 4’ 15” se
cerraban las puertas de chiqueros y se abrían las de la enfermería.
Nuestro corazón se centraba entonces en los
heridos. En nuestra mente, sin embargo, se repetía el inapropiado símil con el
Madrid Arena. Una comparación odiosa, sí, pero a la que hoy ya no le encontrábamos
la gracia aunque sigamos indignados. Perdón, Mariló.
PD: Mucha fuerza a los heridos. A estas horas
lo único que podemos hacer es encomendarnos a San Fermín.
EXPLICACIÓN DEL MONTÓN (Informa: Ignacio Murillo, periodista del Diario de Navarra)
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