Por Patricia Rodríguez
Lo de ayer fue una señal. Un aviso, más bien.
Hay cosas que se ven venir. Y así lo fuimos denunciando, criticando, alertando
día tras día. Hasta que el séptimo Pamplona dejó de respirar. También nosotros.
Hoy, en el pórtico del octavo y último encierro de los sanfermines, algo había
cambiado. El escenario era el mismo y, sin embargo, la sensación era muy
diferente. Menos gente, más miedo y, ante todo, más respeto.
Volvía a nacer la fiesta como nace un nuevo
día. Pero con el antes y el después que marca una situación límite. Se
desprendía Iruña de la máquina de respiración asistida, al igual que el herido
más grave en el montón. Y con ese aliento que comportaba la noticia, ese aire
aún entrecortado, contenido, la ciudad recibía a los Miura. Ganadería con tanta
solera en el encierro que incluso unos cuantos corredores se enfundaron la
americana para venerar al hierro de Zahariche.
En la Cuesta de Santo Domingo los tres
cánticos a San Fermín se llenaban de plegarias, mientras en la plaza se
modificaba el protocolo para que no se repitiera el error de las puertas. Dos
puntos separados por 850 metros en los que hoy garantizar la seguridad tenía
más prioridad que hacer una buena carrera. Y así lo han hecho saber saber algunos
pitidos al paso de las autoridades en su pasacalle matinal hacía el coso
pamplonica.
Un mismo recorrido que los seis Miura han
iniciado a las 08.00 horas. Ha tomado la
delantera uno de los ejemplares que a los pocos metros ha vuelto fusionarse con
la manada. Mientras avanzaban por la cuesta, varios toros se han puesto a la
cabeza derrochando nobleza para pasar por delante de la fachada de la casa
consistorial. Ellos también sabían cómo estaba el patio. Las malas noticias
también llegan a los corrales del Gas.
Los seis ‘miuras’ han barrido la curva de
Mercaderes a su paso y han seguido avanzado por Estafeta que hoy también
parecía más limpia de corredores o, mejor dicho, de ‘mirones’. Bonitas carreras
devolvían el mal rato pasado ayer a los que sueñan con tocar pelo en la capital
del toro durante todo un año. A mitad calle, uno de los astados se ha quedado
descolgado y ha sido arropado por tres cabestros y bien llevado por los que
atesoran experiencia en sus piernas. Mientras, el resto del grupo seguía veloz
hacia un temido callejón que hoy pocos se han atrevido a cruzar.
El punto negativo del veloz encierro ha
tenido lugar en la bajada al callejón donde una joven que se ha refugiado en el
vallado ha recibido el cornalón de uno de los toros al
embestir en la carrera. 2 minutos y 16 segundos después de oír el cohete,
Pamplona seguía respirando. Lo hará mejor mañana y pasado... Todo trance tiene su
proceso de recuperación.
El de hoy no ha sido un encierro más, tampoco
el último. Ha sido el primero.
#YAFALTAMENOS
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