Por Patricia Rodríguez
El mundo del toro volvió a vestirse de azabache. No nos habíamos quitado el luto del maestro Chenel cuando alguien allá arriba reclamó a otro grande de los ruedos a finales del mes de octubre. Quizá en aquel lugar donde algunos aseguran que las figuras regalan sus mejores naturales necesitaban un torero a cuerpo limpio.
Y allí se fue él, David Casarin. El recortador de la sonrisa eterna, del corazón en la mano, de las palabras afables. Ayer, en la plaza en la que tantas batallas ganó a la muerte, sus compañeros y familiares le rindieron un sentido homenaje al que se sumó la afición, la suya, con una cerrada ovación con los ojos puestos en el cielo. Tan francés como español, tan artista como amigo, David Casarin nunca supo de fronteras para interpretar el arte ancestral del recorte. ¡Hasta siempre!
* Homenaje a David Casarin durante el Duelo de Titanes en la plaza de toros de Castellón
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