3/20/2010

Feria de Fallas. 19 de Marzo: “San Sebastián…Castella”




Informa: Patricia Rodríguez

Fotos: Manolo Moreno www.burladero.com


No, no es un error. Mantengo que ayer en el interior del coso de Monleón se celebró San Sebastián. La tradicional corrida del día de San José se convirtió en un acto de exaltación al torero galo que si hubiera acertado en la suerte suprema en el quinto hubiera subido a los cielos en calidad de San Sebastián Castella, patrón de la afición valenciana.


Ni Enrique Ponce, hijo predilecto de esta plaza en sus 20 años de alternativa, ni José María Manzanares, torero de la tierra en el día de su santo, gozaron de la conexión que el de Bèziers tuvo con el respetable desde que pisó el albero valenciano, cuyos tendidos rozaron el lleno.


Castella se midió al segundo de la descastada corrida de Núñez del Cuvillo templándolo por delantales a pies juntos y quitó por chicuelinas. Lo obligó demasiado en los primeros pases y en la segunda tanda se quedó sin un toro que, a la par, cabeceaba y doblaba las manos. Aún así continuó su labor, destacando dos invertidos casi en redondo. Mató de una estocada algo tendida y los fieles pidieron con clamor una oreja que fue denegada por la autoridad.


La canonización del maestro, perdón, de San Sebastián Castella, estaba preparada ya en el quinto. Y es que alguien extendió por los tendidos que el santo patrón destacó por proteger a las poblaciones contra las epidemias. Y claro, tras ver cómo habían sido los Cuvillos cualquiera se niega a beatificar al francés. La lidia de “Inquemable” en la víspera de la Nit de la Cremà, comenzó con varios cambiados por la espalda y los olés silenciaron los masclets que sonaban en las inmediaciones de la calle Xátiva. Basó su faena de muleta con series cortas con la mano derecha con meritorios cambios de mano. Formó un lío con la única tanda por la izquierda, a la que el toro le puso el final dándole un susto. Remató la faena con pases de atrás adelante pero falló con la espada y su salida en volandas se quedó en el aire del nublado cielo valenciano.


José María Manzanares no fue ni felicitado en su onomástica. Al ejemplar que le tocó en suerte, de 579 kilos, lo lanceó por verónicas con el compás abierto. Demostró quietud y temple desde los primeros muletazos y siguió marcando las horas con las zapatillas con tandas de 4 y 5 derechazos. Lo intentó por naturales pero el toro se quedaba corto. Selló una estocada hasta la bola pero nadie le pidió la oreja. Que alguien me lo explique. Bajo un ambiente tenebroso el brocado azul de su traje de luces volvió a lucir en el sexto -el toro más pequeño de la deslucida corrida de tan sólo 475 kilos- en una faena sin ningún tipo de transmisión. Mató de otro estoconazo.


Enrique Ponce, en su segunda tarde en el ciclo, lidió al toro más manejable de la aguada tarde de los Cuvillos en Valencia. El maestro de Chiva echó mano de su técnica con el noblón castaño que salió en primer lugar. Le realizó una faena fundamentada en la mano derecha con algunos adornos con la que consiguió la única oreja del festejo. El cuarto, simplemente, fue un imposible.

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