2/11/2009

Y se quedó bordada en oro…


VALDEMORILLO. 4º de feria.


Por Patricia Rodríguez


La esperanza se fue como llegó; bordada en oro en el vestido verde, verde esperanza, de César Jiménez. La encerrona del de Fuenlabrada parecía tener todos los elementos necesarios para el triunfo, para encaminar la temporada, para que el público que abarrotaba la plaza de Valdemorillo en la fría tarde de ayer se cansara de agitar los pañuelos blancos. Pero la esperanza, caprichosa, se quiso quedar en la seda.

Con dos apéndices como únicos trofeos tras dar muerte a siete toros y el derecho a salir a hombros por la puerta grande, César Jiménez salió del coso por su propio pie. Y es que Jiménez, a esa hora, ya había perdido la esperanza, la misma que le envolvía con su traje de luces.

Encerrarse en Valdemorillo no es lo mismo que hacerlo en Las Ventas o en la Maestranza; pero por San Blas la feria de este pequeño pueblo de Madrid, la primera de la temporada, congrega todas las miradas de la afición. Y lo que vio la afición fue más bien poco. Poco por parte del diestro y poco por parte de los toros, pertenecientes a diferentes hierros, entre los que cabe hacer mención del Victorino que se lidió en cuarto lugar y que al que dio muerte cuando aún había toro para rato.

Tras cortar una oreja en su tercero, un ejemplar de Luis Algarra, el de Albaserrada era lo que necesitaba César Jiménez para levantar la tarde de la esperanza. ‘Gallego’, muy en el tipo de la casa, le exigió al madrileño un compromiso y una entrega que éste no le supo dar; si bien es cierto que le sacó buenas series por el lado derecho, lo que le valió para conseguir la segunda y última oreja de la prometedora tarde.

Al noble quinto del hierro de Alcurrucén, César Jiménez realizó una faena voluntariosa que no convenció en los tendidos; aunque si no hubiera fallado con la espada podría haber conseguido otro apéndice. Con el que abrió plaza, de Antonio San Román, el segundo de El Torreón y el sexto de Cuvillo, no supo sobreponerse a las escasas facultades del ganado y estuvo casi siempre descolocado.


César intentó solventar la papeleta regalando el sobrero de Algarra cuando el respetable ya desalojaba sus asientos. La esperanza es lo último que se pierde, debió pensar. El toro, bastante manso, no le ayudó a cuajar la deslucida tarde. La tarde en que la esperanza se quedó bordada en oro.

No hay comentarios: