Información y fotos: Patricia Rodríguez
Por favor, que alguien me recuerde el año que viene,
a mediados de verano, que invite a Zabala de la Serna al ‘7 de Setembre’. Le
mandaría un ‘tuit’ más o menos así: “@zabaladelaserna
Queda invitado el próximo 7 de septiembre “a la puñetera calle de los #bousalcarrer” de Puçol”. ¡Perfecto y aún me sobran 29 caracteres! Ahí, a
esa calle, es donde manda el periodista de ‘El Mundo’ a los toros que, según
él, no son dignos para una plaza (Ver crónica). Construcciones que a algunos
les impiden ver más allá de los ladrillos que las levantan.
La piedra arenisca de la plaza de toros de Ronda
encerraba el sábado el sueño que hace 57 años forjó la familia Ordoñez. Dicen
que la ‘Goyesca’ es el acontecimiento taurino más importante de principios de septiembre.
Ajenos a que, a 700 kilómetros de la localidad malagueña, otro pueblo también
materializa el suyo heredado de padres a hijos, de abuelos a nietos, con el
toro como eje central. Y no precisamente deshechos de tienta. Así que vaya por
delante mi invitación para la edición de 2014 para todos los que comulgan con
la creencia de que las sobras de las ganaderías se van al asfalto. Al del ‘7 de
Setembre’ no.
A la misma hora que los cajones hacían el paseíllo
hacia la plaza del ayuntamiento, en la tradicional ‘Baixà de Caixons’, Morante
pisaba el coso rondeño en tarde de revivir tradiciones para anclarlas al
presente. Las suertes del toreo a cuerpo limpio, las que dejó grabadas Goya en
su ‘Tauromaquia’, embroncaron en Puçol 15 minutos después de la hora prevista,
exactamente cuando las varillas del reloj buscaban las 18.15 horas. No hubo
clarines ni timbales pero sí un castillo de fuegos que encendió por los
adentros a Pedro y El Cabra, que templaron al de la ganadería El Torero que
abrió plaza. Marcado con el número 83 y guarismo 8, protagonizó una emocionante salida, dejando
al descubierto a los aficionados que se refugiaban entre los cajones tras dar una
vuelta de reconocimiento por la zona. Respondió con nobleza sobre la arena y
fue aplaudido al partir hacia las calles. A su regreso a las inmediaciones de
la plaza Joan de Ribera, se pidió a los rodadores que le permitieran fumarse un
puro en el ruedo y no precisamente en honor al de La Puebla, que a esas horas
ya había ejecutado la suerte suprema que bordaba Pedro Romero. Fue encerrado
con los cabestros tras 20 minutos de prueba.
Tarde también, la del primer sábado de septiembre, de
tributo a las estirpes toreras. De balcones llenos y de familias que, sin
llevar un apellido ‘de luces’ en el DNI, transmiten genéticamente el legado
taurino. Bullían los tendidos cuando a las 18.45 horas a Yuno y Nelet les tocó
lidiar con el único cárdeno del cartel bajo un cielo de idéntico pelaje. Se
portó el tiempo, tanto como el astado de Adolfo Martín (N26-G7), serio y siguiendo los
cánones de su encaste, que se entregó a los cites y marcó su terreno. Suelo
hormigonado que acabó besando tras entrar a la chaqueta de ‘Sarri’, que poco
después se desquitó con otro quiebro, marca de la casa, ya sobre la arena
situada frente a la zona de barreras. Un hecho que no fue aislado y que
vivieron en primera persona y en el mismo punto 3 de los 4 toros con otros
tantos rodadores. “¡Más arena!” hubiera gritado algún abonado del ‘7’, del de
Las Ventas, digo. Y hubiera tenido más razón que un santo. Un saquito de albero
malagueño no hubiera venido mal en la parte derecha de cajones para evitar pitos
y malas caras.
La filosofía del abuelo Antonio de mantener en lo
más alto la llama de la corrida rondeña es compartida en Puçol por la Comissió
del 7 de Setembre. Un grupo de aficionados que cada año renueva sus caras pero que
defiende el espíritu de un festejo que no tiene más dueño que el pueblo que lo
vio nacer con sus antepasados como testigos. Con los componentes de la del 2013
en primera fila de cajones, salió el del Puerto de San Lorenzo (N142-G9), inmenso, quizá con
demasiados kilos, que no hizo muchos ademanes, más bien fue soso, con Pedro
Jamargo y Santi, para perderse seguidamente por el recinto taurino.
Impaciente aguardó el Conde de la Maza (N47-G8) su turno como
espera un torero una oportunidad. Una sensación compartida con El Pitu y Garsio
ante la resistencia de uno de los seguros del toril de dar continuidad a la
lidia. A las 19.35 horas del oscuro habitáculo aparecía un precioso ejemplar
que devolvió la emoción perdida a los tendidos cuando obligó a saltar a Pitu al
cajón para librarse de una arrancada. Su paso por el asfalto tuvo como peaje
sendas caídas, mientras en Ronda llevaban en volandas al matador a tenor de los
trofeos conseguidos.
Los cuatro cajones se quedaban tan vacíos en
mitad del ruedo como el regio escenario de la Goyesca. El rito volverá a cumplirse otro día siete del noveno mes del año con el toro como máximo exponente del cartel. Ya quisieran una
‘corrida’ de esta calle en más de una plaza.
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